Una inspección preventiva puede ser la diferencia entre una venta rápida o semanas de incertidumbre. Aquí te explicamos qué revisar antes de que llegue un comprador serio.
Cuando decides vender tu casa, muchos piensan solo en fotos, precio y publicaciones… pero se olvidan de algo crucial: la inspección.
Aunque no es obligatoria, hacer una inspección preventiva antes de poner tu casa en venta puede evitarte dolores de cabeza. Detectas problemas a tiempo, puedes corregirlos y negociar con seguridad.
Techos: Filtraciones, grietas o sellado vencido.
Plomería: Grifos que gotean, presión irregular o tuberías viejas.
Electricidad: Interruptores que no funcionan, cables expuestos, falta de “grounding”.
Humedad o moho: En baños, closets o esquinas de la casa.
Puertas y ventanas: Que cierren bien, sin daños ni filtraciones.
Estructura y pintura: Grietas visibles o pintura en mal estado pueden alertar a un inspector.
Patios salvajes o sin mantenimiento: Un patio con grama alta, maleza o árboles desordenados no solo hace ver la casa descuidada, también impide que el comprador aprecie el tamaño real del terreno.
Sí. Muchas veces, pequeñas reparaciones evitan que el comprador pida miles de descuento tras la inspección.
Un comprador se asusta si ve muchos detalles. Pero si tu propiedad ya fue evaluada, proyectas confianza y transparencia.
Te orientamos desde el primer paso. Si tu propiedad necesita inspección, tenemos contactos con inspectores confiables que te ayudan a preparar todo para salir al mercado fuerte.
Esto lo hacemos porque sabemos que vender bien es vender informado.